Febrero

Es curioso como pasa el tiempo. A veces, al mirar hacia atrás, seis años se diluyen en apenas un minuto; y otras, cuando ves el horizonte, parece que el segundero tarda 365 días en dar toda una vuelta a tu pequeño reloj.

Ya estamos en Febrero, y pareciera que fue apenas ayer cuando los fuegos artificiales iluminaban el cielo nocturno sobre la playa. Pareciera que fue apenas hace unas horas que comíamos uvas contando los propósitos de este nuevo año que iba a iniciar.

Para mi estos primeros 31 días de Enero fueron nuevamente la demostración de otro fracaso más en mi vida. Me es muy difícil mantener la constancia en las rutinas. Lo único constante en mi vida es mantener una inconstancia. Nunca he logrado hacer que los días sean todos iguales. Me alegro por eso, pues, aunque durante un par de años, en los que todos los días parecían ser iguales, repetí una apática rutina depresiva, nunca realmente hacia lo mismo. Y ahora, ahora que trato de no sucumbir ante la derrota, aparece de nuevo esa vieja amiga Apatia para invitarme a sentar en el cómodo sillón café y matar el día descansando viendo televisión.

No logro leer, no logro enfocar mi mente. Solo navego entre las blancas nubes de algodón que mis sueños tejen mientras pasan las horas sin dejar huella de ello.

La música sigue sonando entre las blancas paredes de mi habitación; los pájaros pasan gritando; las avenidas llenan sus horas del sonido osco de los motores; las farolas se vuelven amarillas al atardecer; y una avalancha de cuerpos inundan las calles de noche; pero yo, a pesar de que las horas siguen pasando, no me entero hasta la hora de volver a dormir.

Los sueños no me dicen nada, salvo que no he cumplido ninguno. Al parecer ya nada de eso importa. Ayer veía mi nuevo reloj con la fecha del 02 de Febrero del ‘97. Hoy no puedo creer que han pasado en unas horas 28 años de mi vida.

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